100 km/h.

Por más que parece quieto; va a 100 km/h. O quizá a 150. 

Imposible resulta detectar tal diferencia, si es casi imperceptible detectar el movimiento, quizá por este asunto de que en estos tiempos modernos, los motores a altas velocidades hacen cada vez menos ruido; antes al menos el ruido y los vaivenes hacían que se percibiese una especie de movimiento, de avance; ahora nada, es como si se estuviese tieso siempre en el mismo lugar, en el mismo km, cuando como por sorpresa alguien avisa que se está por llegar al destino, o a la pausa, da igual. 

¿Por qué no es posible percibir y deleitarse andando a 100 km/h, sintiendo lo mismo que en el gusano loco, ese vértigo que hacía que el estómago se subiera hacia el cielo, y entonces una invasión de felicidad se revelaba en risa atronadora? 

Será por eso de que el gusano loco es para niños inocentes, que no saben de las intrigas e hipocresías del mundo, y entonces ríen sin ningún impedimento, y será por eso que se desea poder siempre regresar a ese tiempo de felicidad, mas eso es solo una quimera. 

Que ya has crecido y, o te han explicado que la máquina del tiempo aún no se ha inventado, si es que has recibido la explicación optimista rosa, o te han explicado que la máquina del tiempo jamás se podrá inventar porque el tiempo es irreversible, si es que has recibido la explicación angustiosamente pesimista. 

 "¿Entonces nunca más podré volver?-No, nunca más." 

Queda entonces la evocación del instante pasado, no se podrá volver a él, pero se lo puede volver a pensar ene veces, y eso si nadie jamás podrá prohibirlo, nadie jamás podrá invadir esa franja de intimidad secreta, nadie jamás podrá ser dueño de ninguna evocación más que uno mismo. 

Por más que parece quieto; va a 100 km/h. O quizá a 150. 

Lo que sí permanece, es el cielo, la nube, en todo momento se mira por la ventana, y se ven, más todo aquello que además del cielo y la nube conforman el paisaje, que permanece: o los árboles, o el mar, depende. El mar o el árbol si se acercan a lo eterno. El mar siempre canta,y las olas se anuncian. 

El mar me albergó cuando entré a lo profundo aquella vez primera con un salvavidas inflable que se convertía en patito, como se usaba en esos tiempos, me acompañaba mi padre. Más adelante ya eramos él y yo a solas, nadaba y hacía muchas acrobacias: vueltas de carnero, paros de mano. Nadaba y ya de paso burlaba al sol del medio día porque así no podía imponerme su calor.El mar, y mi panza "¿Cómo te vas a meter al agua fría?", decían las regentes absurdas consejeras, pero si ellas todo lo sabían: "No podés teñirte el pelo, no podés bañarte en el mar, no podés hacer el amor, tenés la panza en punta, es un varón", qué mujeres molestas, seguramente no han venido a este mundo para trascender, y matan al tiempo con estupideces, chismes y tonterías, hablar es su terreno, no importa si es de la muerte del mosquito, en dos décimas de nanosegundos están rodeadas de un cúmulo de ilusas ansiosas por saber cómo mueren los mosquitos, y hasta quizá alguna incauta pregunte si la solución final para los mosquitos la puede aplicar esa misma noche, que no soporta ya su casa en el balneario por la presencia de tan infames insectos, que sólo hacen ruidos molestos, y pican. Como ellas. El mar albergó a mis niñas pequeñas, pero si pasaban horas jugando en la arena mojada de la orilla y nunca tenían frío, había que ver, uno ya con remera, y hasta campera, y ellas ahí, en el agua como si nada. Claro, eran niñas. Más adelante comenzaron a enamorarse de ese espejo transparente verde, y sólo deseaban entrar, y nada podía hacerlas cambiar de parecer, y tocaba entonces tener la mirada fija en ellas, aquello no era molesto, todo lo contrario, claro que para algunos si lo es, pero esos son los que traen los hijos al mundo por mandato,no por gozo. 

El mar me sigue albergando a mi, siempre estaré conmigo, las niñas han crecido, dentro de unos años tendrán sus propios hijos, ya nunca más tendré un bebé propio en brazos, ya nunca más seré testigo de una primer palabra, ya nunca más presenciaré el día que se lance a caminar como sucedió, ella andaba de la mano con su pollera roja acampanada, y así sin avisar, prosiguió como el equilibrista del circo y ya no necesitó más nuestras manos. Ya no veré más fiestas de preescolares, de primaria, ya todo eso acabó, sólo queda la evocación, ya no caminaremos más diez cuadras juntas día tras día, de la escuela a casa. "Pero, ¿por qué no tenés otro?" - dicen algunos, y no es que sea mala idea, pero tengo miedo de ser madre vieja, nunca me gustaron los niños cuyos padres no se sabía si eran sus padres o sus abuelos. "Pero, ahora todas las de tu edad, tienen" - siguen diciendo. Mi médico dice que nunca es tarde para tener un hijo y ya arma toda la película, está deseando verme embarazada, será porque vio nacer a mis hijas... No me engaño. Quizá podría tener el embarazo soñado, yo muy mimada como nunca antes, pero mis fuerzas ya no son las de hace veinte años, estoy cansada, y definitivamente no me gustan los hijos de los que no se sabe si sus padres son sus abuelos o si por lo contrario sus padres son, ¿y qué sucederá dentro de unos años? Esas diferencias cada vez serán más notorias, todos sus amigos tendrán padres jóvenes y ellos tendrán padres viejos. Tener un hijo a mi edad es un acto de absoluto egoísmo. Distinto sería si yo no hubiera tenido hijas, eso es otro asunto. El tren ya pasó, y pretender que va llegar otro es optimismo rosa. El tren pasa una vez, y el viaje es el que toca. Y resulta quimera la idea de que ante un "mal viaje" vendrá otro que será "divino viaje". El tren pasa una vez. Existen relojes biológicos, no se puede engañar a ningún tipo de tiempo, menos al biológico, el cuerpo es distinto, por más que los vendedores de lifting, y siliconas tengan la plaza de ilusos copada, vendedores de quimeras son , lo mismo las cremas que mienten que matan la celulitis acompañadas de fotos "antes" y "después", ¿acaso los ilusos ignoran que no se trata de la misma persona? o ¿acaso los ilusos ignoran que se trata de la misma persona más fotoshop? 

Por más que parece quieto; va a 100 km/h. O quizá a 150. 

Imposible resulta detectar tal diferencia, si es casi imperceptible detectar el movimiento, quizá por este asunto de que en estos tiempos modernos, los motores a altas velocidades hacen cada vez menos ruido; antes al menos el ruido y los vaivenes hacían que se percibiese una especie de movimiento, de avance; ahora nada, es como si se estuviese tieso siempre en el mismo lugar, en el mismo km, cuando como por sorpresa alguien avisa que se está por llegar al destino, o a la pausa, da igual. 

Anna Donner Rybak © 2012
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...